El Espíritu Santo de Dios está sobre mí, por cuanto me ha ungido… Lucas 4:18
Todo campesino conoce muy bien que las cercas con alambres de púas, colocadas para proteger el ganado, pueden ser trampas muy peligrosas para los animales curiosos. En un esfuerzo por alcanzar el césped más allá de la cerca, las vacas sacan las cabezas entre los dos alambres y se enredan en sus puntas agudas.
En éste punto el animal es indefenso y está sujeto a la trampa. Y aunque pueda jalar, tironear y sacudirse, las punzantes púas se meten más profundamente en su carne.
Allí tiene que gritar por ayuda. El campesino o pastor de turno puede calmar al animal, quitándole cuidadosamente los alambres en los que se enredó y quedó atrapado.
Y aunque no parezca tan obvio, nosotros también, podemos caer presa de los tentáculos de la tentación, pensando engañosamente en que podemos ir más allá con éste pecado.
Pero para nuestra fortuna dirían algunos, y otros para bendición, que hermoso es saber que tenemos al campesino de turno, al pastor oportuno, en nuestras vidas.
Con frecuencia nos referimos a Jesucristo como el dulce y buen pastor, y por buenas razones. La biblia nos compara con las ovejas necesitadas de dirección y rescate. Jesús vino a la tierra para experimentar nuestras aflicciones físicas, emocionales y espirituales.
Él vino para responder a nuestros gritos de auxilio y para librarnos de las púas y las trampas del maligno.
Cuando el enemigo de nuestras vidas trata por todos los medios de atraparnos, no hay necesidad de pelear, luchar y sacudirnos. Más bien, quedémonos quietos y clamemos al buen pastor que está atento a nosotros. Él atiende a su rebaño fielmente y estará allí a su disposición en tiempos de necesidad para rescatarnos tal y como lo hace “EL CAMPESINO DE TURNO”
Primero lo primero. Primero Dios.